Educando sin gritos, parte final (ojalá)

Siempre que escribo sobre este proceso que empecé hace más de 1 año, pienso que es la última vez que lo haré. Pero, ... es difícil! La última vez que escribí fue hace 7 meses. A diferencia de aquella vez, ahora siento que soy una atleta que va en bajada, con un tiempo favorable y mucha energía aún para seguir a la meta. Claro! Siempre en el camino aparece alguna subida con lluvia o un obstáculo, pero ya no me atemoriza tanto.

Como conté en el post anterior, empecé un proceso intenso de atender y sanar mi niña interior. Es decir, decidí ponerme la máscara de oxígeno primero a mí, y después a mi familia. Esto es un proceso de paciencia, constancia y, sobretodo, de ganas de cambiar y trascender. Sin tantas cargas, falsas creencias y miedos que a lo largo de la vida se han ido sumando. Es un proceso que nunca acaba. Siempre hay algo que mejorar y que aprender. Siempre necesitaremos más paciencia y tolerancia para las situaciones que se nos presentan en la vida. 

Ahora que la marea esta calma, veo el paisaje diferente. Ya no veo las cosas desde mi desespero, mi impaciencia, mi deseo de control y mis heridas. Trato de ver las cosas como son. Sufrimos porque las cosas no son como las imaginábamos y no logramos disfrutar la realidad como ella es. A pesar de los momentos difíciles que este proceso me ha traído solo puedo agradecerle a Dios por pasar por esto y por haber puesto en mi camino esas  situaciones que me han ayudado a crecer y esas personas claves que me han ayudado de alguna u otra forma. 

Hoy estoy completamente convencida que nuestros hijos vienen a cambiarnos. No somos nosotros los que los vamos a cambiar a ellos. Nosotros somos sus guías, sus compañeros, muchas veces sus brújulas. Si no entendemos esto y nos aferramos a nuestro deseo de control, nuestro viaje por la maternidad puede resultar en una lucha de poderes, llena de frustraciones. 

En los últimos meses he trabajado mucho por oírme, entenderme, consentirme y darme la importancia y el lugar que merezco. Esto es algo que nadie puede hacer por nosotras y les aseguro que nuestros hijos nos lo agradecerán.  Ellos merecen mamás sanas que les den lo mejor que tienen y no lo peor. Nosotras merecemos disfrutar este viaje de ser madres y padres. Estoy segura que todos como padres queremos un mundo mejor para nuestros hijos. La mejor forma de hacerlo es criando generaciones sanas, libres, que se conozcan y que se preocupen por alimentar su interior. 

En conclusión, los gritos y la agresividad en mi día a día disminuyeron considerablemente. No porque mis hijas estén haciendo lo que yo esperaba que hicieran o que tengan un comportamiento excelente. Mucho menos porque encontré el método perfecto de crianza. Sencillamente CAMBIÉ YO y esto hizo que todo cambiara. Sé que me falta mucho camino por recorrer, pero me siento muy a gusto con lo que he logrado hasta ahora.

Hoy lo único que quiero decirles es que vale la pena emprender este cambio. Todo empezó porque no estaba a gusto con mi forma de corregir y sobretodo de reaccionar frente a mis hijas. Eso se convirtió en un interesante viaje de sanidad, aprendizajes y de entender la grandísima responsabilidad que como padres tenemos de dejar un buen legado. En mi caso esa es mi mayor motivación. Quiero transmitirles a mis  hijas lo mejor de mí y ayudarlas en su camino para que sean personas libres, auténticas y felices con ellas mismas. Y tú? Qué le estás dando a tus hijos?



Un video para reflexionar:
https://www.facebook.com/pepetiros/videos/1520972824620247/

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