Educando sin gritos. Parte III

Me encantaría decir que los gritos desaparecieron en mi casa, pero la realidad es otra. Me siento como una atleta que se ha esforzado mucho: no va en la mitad del camino, está cansada, está en subida, con el viento en contra y en medio de una tormenta. Por momentos pienso en desistir, pero aparece alguien haciéndome barra y continúo. Los últimos meses en mi vida no han sido fáciles. Malas noches , mi hija enferma , algunos temas familiares complicados y el proceso que emprendí de educar sin gritos me han llevado a modificar muchos de mis comportamientos y rutinas, generándome desgaste emocional, físico, traducido en estrés, impaciencia y tristeza.